jueves, 25 de noviembre de 2010

El nacimiento. Ese gran trauma del bebé. (Parte I)

Queda ya un poco lejos el día que la felicidad arrasó con la fuerza de un tornado nuestro hogar. La alegría se instaló en nuestro corazón y en el de aquéllos que nos rodeaban. Pronto, la noticia corrió como la pólvora: íbamos a ser papás. Visitas, llamadas telefónicas, correos electrónicos... en fin, una auténtica locura.

Han pasado los días, los meses, y el gran momento, el momento esperado por todos, ha llegado. Ahora sólo quedan unas horas y la espera se verá recompensada. Todos están expectantes... ¿Todos?

Alguien está a punto de vivir la experiencia más importante de su vida. ¿Cómo será ese paso, ese momento? Se acerca la hora... ¿Está todo listo y preparado? Última comprobación...


La pelvis de la futura mamá está formada por tres piezas óseas, unidas y articuladas entre sí por dos articulaciones sacro-ilíacas, y una tercera articulación llamada sínfisis pubiana. Este conjunto óseo forma una cavidad ancha, que a su vez es más amplia en la parte superior (pelvis mayor) que en la parte inferior (pelvis menor).

Llegado este instante, el bebé comienza su aventura. Poco a poco va recorriendo el canal del parto hasta llegar a la cavidad uterina. Aquí surge la primera duda: ¿cómo ha de situarse?

Se llama "presentación" a la región fetal (zona anatómica del feto) que está encajada o tiende a encajarse la primera, mientras el feto se acomoda, y que se desencaja la primera cuando comienza el parto. El bebé tiene su cabeza y sus brazos flexionados y el tronco curvado hacia adelante. Por lo general, en este momento suele medir unos 30 cm. Pero, ¿qué postura tiene que adoptar?

Existen tres grandes grupos de presentaciones:

1.- Presentaciones cefálicas:

  • Presentación por la cima del occipital o del vértex: es la más común. Flexión del cuello, con el mentón sobre el pecho.
  • Presentación bregmática: la fontanela bregmática aparece en primer lugar. La cabeza está ligeramente alargada. Es la fontanela situada entre los parietales y el hueso frontal.
  • Presentación de frente: muy distócica y rara (Distocia: parto de manera anormal o difícil, que suele requerir instrumental, como fórceps, ventosas o cesárea). La cabeza está muy alargada (1/600 presentaciones).
  • Presentación en deflexión total: es decir, presentación de la cara, con el occipital sobre la espalda y el feto en hiperlordosis (1/200 presentaciones).


2.- Presentaciones podálicas o pelvianas:

  • Presentación pelviana completa: miembros inferiores cruzados, en tijera, con los pies delante de las nalgas.
  • Presentación pelviana incompleta (nalgas): miembros inferiores elevados, con los pies por delante de la cara y las piernas en extensión total.
  • Presentación pelviana incompleta (de rodillas): donde las piernas están en flexionadas, con los muslos en extensión y los pies "apoyados" sobre las nalgas.


3.- Presentaciones transversas:

  • Aparece primero uno de los hombros (izquierdo o derecho). Esto impide un parto espontáneo, y será muy difícil y terriblemente anormal, con grandes riesgos para el niño.


MECANISMO DEL PARTO EN UNA PRESENTACIÓN  OIIA

Dentro del grupo de las presentaciones cefálicas occipitales, pueden distinguirse:

  • Occipito-ilíaca izquierda anterior (OIIA)
  • Occipito-ilíaca izquierda posterior (OIIP)
  • Occipito-ilíaca derecha anterior (OIDA)
  • Occipito-ilíaca derecha posterior (OIDP)




    La presentación OIIA es la más común de todas, con un 65% de casos, y el mecanismo del parto es como sigue:

    1.- El encajamiento: se produce a nivel del estrecho superior. La sutura sagital del cráneo del niño está en relación con el diámetro transverso de la pelvis (están paralelos).

    2.- El descenso: la cabeza desciende hasta el suelo pelvi-perineal. El diámetro mayor de la cabeza corresponde al diámetro oblicuo izquierdo de la pelvis superior (OIIA). El cráneo ha rotado un poco hacia atrás y a la derecha.

    3.- La rotación: la cabeza gira y el occipital se presenta por delante y se encaja en la sínfisis pubiana (la cara mira hacia atrás de la madre).

    4.- El desencaje: el occipital se desliza hacia atrás después, pasando por debajo de la sínfisis pubiana y se encaja en el orificio vulvar. La compresión de los huesos craneales y de las demás estructuras es máxima en el momento del paso de la circunferencia occipito-frontal (es decir, cuando el bebé empieza a asomar la cabecita). Es uno de los momentos en el que se producen las lesiones de los huesos craneales.

    5.- La restitución, o detorsión: el hombro derecho gira en la pelvis de derecha a izquierda y de atrás hacia adelante, para colocarse pegado a la sínfisis pubiana, por detrás de ésta. La cabeza hace un movimiento de rotación que lleva al occipital hacia la izquierda. El hombro derecho anterior aparece, y después el izquierdo, tras un movimiento de flexión lateral del tronco.

    Sencillo... ¿verdad? Os pediría que volvierais a leer los 5 puntos anteriores, y tratarais de imaginar y hacer dichos movimientos... Y nuestro niño no sabe ni una palabra de anatomía. Sin comentarios.


    Durante todas estas fases, el cráneo del niño sufre unas presiones que originan que las diferentes piezas óseas se superpongan unas por encima de las otras por las líneas de sutura. Esto se corrige gracias a los gritos del niño al nacer (al llorar, aumenta la presión intracraneal con lo que los huesos son desplazados nuevamente hacia su posición correcta) y por la presión de la lengua, que empuja a la sínfisis esfeno-basilar en el curso de la lactancia (por medio del hueso llamado "vómer") normalizando la tensión de las membranas intracraneales. Y si además, el niño recibe una pequeña ayuda de Terapia sacrocraneal...

    domingo, 21 de noviembre de 2010

    Iguales pero distintos

    Cuando hablamos del cuerpo humano, nos estamos refiriendo en realidad a un concepto abstracto. Aunque en nuestra mente tengamos la imagen de lo que es un cuerpo, basta pensar en lo diferentes que son entre sí un recién nacido y un adulto, o una mujer y un anciano, para darnos cuenta de que lo correcto sería especificar siempre el estado de desarrollo, la edad y el sexo.


    Al comienzo de nuestra vida, en nuestra infancia, las diferencias sexuales entre ambos sexos son prácticamente insignificantes. Un niño se distingue de una niña por el color de su pijama, pero las diferencias según el desarrollo corporal alcanzado durante los meses de la gestación son notorias: hay recién nacidos con mucho pelo y otros prácticamente calvos, unos son gorditos y otros muy delgados... Y a medida que vaya transcurriendo el tiempo, estas diferencias se irán haciendo más notables.

    Durante el primer año de nuestra existencia, el cerebro duplica su peso y el sistema neuromuscular se desarrolla enormemente. Los huesos del esqueleto se refuerzan por la fusión y la calcificación de numerosos huesecillos cartilaginosos. En pocos meses se desarrollan el sentido del equilibrio, la capacidad visual y digestiva, nacen los primeros dientes, se aprende a comunicar, a caminar, a interrelacionarse con el mundo que nos rodea... Físicamente, el peso y la altura se doblan, las diferentes partes del cuerpo se desarrollan a diferentes velocidades hasta los tres años y después el crecimiento continúa regularmente hasta los 12 años, es decir, hasta la etapa de la pubertad, donde nuevamente se produce una fase de desarrollo rápido.

    Es por esto que hay que tener en cuenta que el cuerpo de un niño o una niña sólo es similar al que se estudia en Anatomía General. Aunque casi todos los órganos ya están en la posición correcta, ocupando su espacio físico dentro del cuerpo, su desarrollo y su forma y funciones están todavía evolucionando, al igual que su forma de ser y de pensar.

    Entre los 6 y los 11 años, los estímulos por desarrollar son todavía muy numerosos, y cada experiencia es algo nuevo que se ha de estudidar, analizar, clasificar y memorizar. Los comportamientos imitativos de la infancia son reemplazados por nuevos comportamientos personales. La relación con los demás, en la escuela y en los grupos de juegos estimulan la mente de niños y niñas, conduciéndolos hacia una nueva etapa...la adolescencia.

    Los cambios fisiológicos en esta época comienzan en torno a los 10 años para las chicas y a los 12 años para los chicos. De pronto, el cuerpo vuelve a crecer rápidamente (es lo que conocemos como el "estirón"), llegando a aumentar de tamaño hasta 5 cm por año, por efecto de una mayor actividad de la hipófisis, que provoca un aumento de la producción endocrina de las glándulas suprarrenales, de la tiroides y de las gónadas (ovarios y testículos). La parte muscular del cuerpo aumenta, a la vez que disminuye la de grasa, aparece el vello axilar y pubiano, aumentan de tamaño los órganos sexuales, y la piel se modifica al aumentar la actividad de las glándulas sebáceas y sudoríparas.

    En las chicas se forman depósitos de grasa subcutánea en las caderas, muslos, nalgas, antebrazos, y se desarrollan las glándulas mamarias. En los muchachos, se fortalecen los huesos y músculos de los hombros, brazos y piernas, y comienza la aparición de vello en la cara, en las extremidades, en el pecho y, en ocasiones, también en la espalda. Es el momento en el que las modificaciones en la laringe provocan el "cambio de voz", que se vuelve más grave y varonil.


    Es en esta etapa, desde el nacimiento hasta la adolescencia, cuando los jóvenes son más receptivos a la Terapia Sacrocraneal (véase artículo del mes de octubre de 2010), y dónde más notables se hacen sus resultados.

    Esta metamorfosis concluye hacia los 18 años, cuando el cuerpo alcanza unas proporciones 20 veces mayores que en el momento del nacimiento. Psicológicamente, la adolescencia es más compleja que la infancia. Hay una etapa desde la pubertad hasta la vida adulta, en la que pueden transcurrir más de 10 años, en la que no somos considerados adultos pero tampoco niños, lo cual origina profundos conflictos psicológicos en los jóvenes.

    Finalizado el desarrollo físico, el cuerpo del adulto permanece invariable durante unos 40 años, hasta que comienza la vejez. Es este cuerpo humano el que realmente estudia la Anatomía, ya que durante un largo período de tiempo permanece una serie de factores: la misma altura, la misma distribución de los órganos, aproximadamente el mismo desarrollo muscular, las mismas capacidades intelectuales y físicas...

    Pero con los años aparecen los primeros síntomas de que se va a producir un nuevo cambio: el metabolismo se ralentiza, la muerte de cientos de miles de neuronas diariamente provoca una disminución del peso del cerebro de 3-4 g al año, las acumulaciones de grasa aumentan, el hígado (si se abusa del alcohol) se engrosa, y los pulmones se llenan y ensucian de contaminación y humo. Pero anatómicamente, todo permanece más o menos igual. Por ello, el término "cuerpo humano" indica un esqueleto adulto, un aparato circulatorio adulto, un sistema nervioso adulto, etcétera.

    Las diferencias entre un hombre y una mujer también se mantienen. El esqueleto de un hombre y de una mujer se distinguen, aun con el paso de los años, ya que el primero tiene una pelvis más estrecha y unas piernas más rectas, siendo también sus dimensiones mayores que en el esqueleto femenino. En el hombre, los órganos son más grandes, los huesos son más largos, el cerebro más pesado... incluso el funcionamiento de las glándulas endocrinas es diferente. No es casualidad que la vida media de las mujeres sea más larga que la de los hombres.

    Para la anatomía, la edad adulta es el período más uniforme y el más fácil de esquematizar para construir un cuerpo humano ideal, al que basta con cambiar el órgano reproductor para adaptarlo a las dos realidades, masculina y femenina.



    Bibliografía: "Atlas Ilustrado de Anatomía", Susaeta Ediciones, S.A.
    Pág. 19 y ss.